Guerra civil y represión en el norte de Extremadura
Presentación:
Guerra
civil y represión en el norte de Extremadura.
1936-1939
de Fernando Flores del Manzano
José María Sánchez y Torreño
Parador de Turismo.
Plasencia, 17 de abril de 2018
Buenas tardes.
Quiero, en primer lugar dar las gracias
a Francisco Valverde, al que todos conocen, y a José Hinojosa, al que conocemos
algunos y que debe estar en Cáceres impartiendo docencia, por haberme
recomendado al autor, a Fernando, para presentar Guerra civil y represión en el norte de Extremadura (el libro que
hoy nos convoca), y a éste por aceptar las sugerencias citadas. Es para mí un
placer y un honor.
Supe de la existencia de esta obra,
entonces sin título, cuando al salir de la presentación de El pañuelo del coronel Rosales que Fernando publicó en 2015,
compartí con éste vino y conversación.
A mis cosas, Fernando añadió, con la
parquedad que caracteriza a quién no piensa desvelar más que lo él entiende
como necesario, que andaba escribiendo sobre la guerra civil.
Hoy, acabada la obra y publicada por Raíces, se nos aparece bajo el título ya
citado de: Guerra civil y represión en el
norte de Extremadura, un peldaño más en el proyecto casi
enciclopédico en el que parece que Fernando se ha embarcado: el empeño de contar
la historia de un espacio: Plasencia y su entorno, y hacerlo en tiempos
concretos que en este caso se circunscribe a la época comprendida entre 1936 y
1939, es decir, la de la última de nuestras guerras civiles, mala guerra española y guerra fatal, en palabras del peregrino
sin patria Juan Ramón Jiménez.
Luego, quizás, pueda explicarnos el
historiador si tiene intención o no de narrar, como él sabe, el periodo de la
II República que, aunque abordado en su Historia
del movimiento obrero en Plasencia. 1868-1936 publicado en 2012, lo es con
un carácter alejado del monográfico que el sexenio 1931-1936 merece y alejado
también de la tergiversación histórica que equipara "República" con
socialistas, comunistas y anarquistas, en resumen: “rojos”, que los hubo y que
según parece, todos y en todas partes, distraían sus odios violando monjas,
asaltando y quemando conventos e iglesias, cuando lo que deberíamos conocer es
la verdad histórica que no es otra que si bien en la II República hubo un
primer bienio reformista (abril, 1931-noviembre, 1933) gobernado por una
coalición republicano-socialista, también lo es que a éste le sucedió un bienio
conservador (noviembre, 1833-febrero, 1936) en que no gobernaron los
"rojos" precisamente, sino la CEDA, aunque, eso sí, sin mayoría.
Luego, vuelta a empezar: el Frente Popular hasta que los militares y sus socios
dijeron hasta aquí hemos llegado: Golpe de Estado y, querida o no, la guerra
civil.
Luego, quizás, pueda explicarnos el
historiador si tiene intención o no de narrar, como él sabe, el periodo que por
poner fecha podría iniciar el 1 de abril de 1939, cuando acabada la guerra en
palabras del Generalísimo, no comienza la paz, pues ésta sólo lo fue para
algunos, sino la administración de la victoria, que eso si nos afectó y afecta
a todos, y hacerlo, si lo considera oportuno en las dos fases que yo entiendo.
La primera, comprendida desde abril de 1939 hasta el 20 de noviembre de 1975
fecha en que oficialmente Franco murió en una hospitalaria cama, y la segunda
desde ese fatídico día para algunos, hasta que los españoles queramos o nos
dejen desanudar lo que éste quedó "atado y bien atado".
Sólo con estos trabajos, el de los
antecedentes (únicamente esbozados por Fernando), y el de las consecuencias,
adquirirá sentido pleno su Guerra civil y
represión en el norte de Extremadura.
Puede que alguien al leer u oír el
título haya pensado: ¡otro libro de la guerra civil!.
Pues sí, señores, otro libro de la
guerra civil.
Es cierto que sobre este hecho se ha
escrito mucho, pero también lo es que por muy extensa que sea la bibliografía
hasta el momento, aún es insuficiente y ello debido a varios porqués: porque
son muchas las lagunas que aún quedan por cegar; porque todavía quedan
testimonios que rescatar; porque son muchos los legajos por desempolvar sin que
medien las trabas que de todo tipo aún sufren los investigadores en archivos,
especialmente los militares; y, sobre todo, porque aún son muchos los cadáveres
que esperan poder ser exhumados para ser sepultados de nuevo en condiciones
dignas y más hoy cuando parece tapizarnos una nueva sensibilidad que nos lleva
a diseñar cementerios para animales de compañía cuyos restos se han hecho
merecedores de lápidas que lucen nombre, fechas e incluso, fotos.
No creo estar inventando nada.
Cualquiera bien informado sabe que hace poco más de un mes una placentina,
Laura Muñoz Encinar, dio por finalizado el proyecto que dirigía: el de
exhumación de una fosa común en la mina Terría de Valencia de Alcántara. En la
fosa, a 25 metros de profundidad, se han descubierto restos humanos que
"esperaban" sobre una superficie de 2,5 metros de largo por 1,5
metros de ancho". Los restos, que en principio se pensaban pertenecerían a
14 individuos, lo son al final de 48, si 48, de distintas edades, desde jóvenes
hasta personas de edad avanzada, y todos, lógicamente y en palabras de Laura,
mostrando signos de muerte violenta: "orificios e impactos de bala, tanto
en cráneos como en otras partes anatómicas". Ahora toca investigar y luego
publicar lo que será ¡otra historia más de la guerra civil!. Ha de ser así y no
sólo por los asesinados y sus familiares, sino también por nosotros.
Es Guerra
civil y represión en el norte de Extremadura un libro más de la guerra civil, pero no un
libro cualquiera pues hablamos de una obra necesaria que llega para sumarse a
la bibliografía placentina ya existente y lo hace en un formato cómodo en el
que a través de sus 446 páginas, Fernando nos pasea por un contenido que
estructurado en Introducción, y cuatro apartados principales: Sublevación militar y marco bélico en el
norte extremeño; La represión en el
norte extremeño: «paseos» y
ejecuciones; La vida en la retaguardia altoextremeña, y Apéndices (un apartado documental que no
tiene desperdicio); corona con las Fuentes
documentales y la Bibliografía.
Si bien pudiera pensarse que esta
estructura muestra compartimentos estancos he de decir que no es así ya que la
información fluye transversalmente por la obra y el lector va encajando las
piezas en que Fernando ha organizado este puzzle en el que allí donde a él le
ha parecido necesario ha colocado tablas que apoyan al lector. Sirvan de
ejemplo y por citar alguna la que establece sobre los Responsables del Ayuntamiento de Plasencia (Julio, 1936-Abril, 1939),
u otra donde lista, con información añadida, los Comandantes militares de Plasencia durante la guerra.
Una estructura pues, al servicio de la
obra pero sobre todo del lector al que Fernando se dirige con una prosa que, no
abandonando el rigor histórico, es ágil, sencilla, correcta y por encima de
todo, honrada y sincera. Y digo por
encima de todo y honrada y sincera, porque Fernando, que bien pudiera haber
tenido aquí una menor implicación personal o ninguna si se hubiese limitado a
narrar los hechos tal y como se conocen, no sólo se aleja de esa postura sino
que se coloca en las antípodas en un gesto que dice mucho de él como
investigador, como autor y, sobre todo, como persona pues no debemos olvidar
que vive y convive en una ciudad provinciana como todas las extremeñas, la ciudad
que fue el escenario de la mayoría de los hechos que él ha querido contar y
donde puede cruzarse con hijos, nietos, y demás parentela de muchos (pues otros
me consta se marcharon en cuanto pudieron) de los personajes que de uno u otro
bando o de ninguno ha decidido que aparezcan. Sirva a modo de ejemplo lo que
escribe en la Introducción:
El
triunfo de los sublevados convirtió a la ciudad y su entorno en un triste
escenario de actuaciones represivas;
Plasencia se convirtió en ciudad
representativa de la vida provinciana en la retaguardia;
o esto otro:
La
sociedad placentina vivía inmersa en un inexcusable ambiente de militarización,
matizado por el reflejo de camisas azules y oscuras sotanas.
Más adelante, hablando de la actitud de
la izquierda placentina, dice:
Por
eso, cuesta entender la respuesta excesiva, violentísima y criminal efectuada
por grupos de la ultraderecha local, especialmente por falangistas más o menos
organizados, tras el alzamiento militar;
o cuando refiriéndose a Marcelina Ortiz
Hernández, maestra de la escuela municipal de párvulos, nos transcribe el
escrito enviado a la alcaldía acerca de los actos que realizó en su escuela con
motivo de la exaltación del espíritu nacional. Decía:
Tengo
el gusto de comunicar a V.E. que esta mañana fue cumplida la orden de colocar
el Sto. Crucifijo en la Escuela M. [por
municipal entendemos] de Párvulos,
elevando los niños una plegaria al Todopoderoso por el feliz éxito de nuestro
glorioso y valiente Ejército Español, y dedicando todo el tiempo que duró la
clase a inculcar en los pequeñuelos el amor patrio, los cuales llenos de
entusiasmo no cesaban de dar vivas a España, al glorioso Ejército y mueras a
Rusia, ante la vista de la bandera Nacional.
Bien hubiese podido Fernando quedarse
ahí, todos sabemos que hay en él y que ha querido mostrar, pero no, le puede el
corazón y añade:
Si
hubiese puesto idéntico entusiasmo en transmitir los valores republicanos a su
menuda grey discente, podríamos realizar una lectura ajustada de los
entusiasmos patrióticos de la profesora, empeñada en lavar el cerebro a las
tiernas criaturas con esos vivas y mueras tan politizados, que estarían
bastante alejados de la comprensión de las mentes infantiles,
y no sólo infantiles, añado yo, así
como que ahí es donde radica la verdadera razón de la depuración atroz que
sufrió todo el magisterio español. En fin, honradez y sinceridad y también
transparencia ideológica que en algún punto del relato llega a ser epidérmica.
Pero a la concatenación de hechos suma
Fernando una muy amplia relación de nombres de lugares, de familias y también
propios, entre los que ha querido destacar dos al darles epígrafes específicos:
el de Severiano Caldera, único topo placentino del que hasta el momento tenemos
noticia, y que permaneció según cuenta Fernando "casi doce años"
escondido en una "bien disimulada madriguera", y el de Vidal Gil
Tirado, que fuera fiscal en el proceso que contra José Antonio Primo de Rivera
se celebró en noviembre de 1936 y cuya condena, la de muerte, se cumplió como
todos recordamos en el patio de la cárcel de Alicante el 20 de ese mismo mes.
El repudio que le “regala” a este
último la Comisión Gestora placentina presidida por el abogado Julio Morales de
la Calle en 1938, y la depuración a que le somete el régimen franquista en
1939, lleva a Fernando, por entender que "Gil Tirado se limitó a cumplir
con su obligación como funcionario de Justicia de un régimen legítimamente
constituido, como era la República", a afirmar que el fiscal bien merece
"la reparación de su nombre". Creo como tú, Fernando, que así debe
ser y te anuncio aquí que ya se está trabajando en ese sentido al menos en el
ámbito local.
En fin, el libro que hoy presentamos es
una obra de referencia, un libro a cuyas páginas deberán asomarse todos
aquellos que deseen conocer de la guerra civil, especialmente en el norte
cacereño y no como nos la contaron sino con el rigor que las fuentes
documentales otorgan al conocimiento histórico al que se suma como ya se ha
dicho la honradez, sinceridad y transparencia ideológica del autor.
Mientras esperamos a que escribas de
los antecedentes y también de las consecuencias, sólo me queda agradecerte, Fernando, tu Guerra civil y represión en el norte de Extremadura, y al publico su
escucha como lo ha hecho.
Gracias a todos.
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