Corridas de toros
CORRIDAS DE TOROS
Siempre fueron famosas las ferias de Plasencia, y sobre todo sus corridas de toros. Ya quedan reflejadas en las Cánticasde Alfonso X El Sabio, concretamente en la número 144, cuando narra el milagro de Nuestra Señora. El Relato es el siguiente: Se celebraban en Plasencia la boda de un caballero, y para festejarlo se corrieron toros en la plaza mayor. Un hombre que era muy piadoso atravesó la plaza para ir a casa de un clérigo amigo suyo, sin darse cuenta de que estaba el toro suelto. El animal a ver a este hombre, arremetió contra el hecho una fiera. Pero el clérigo que estaba en la ventana esperando a su amigo, al ver el suceso, pidió a la Santísima Virgen su protección, y cuando estaba a punto de cornearle cayó el toro al suelo como muerto, y este buen hombre pudo entrar en la casa de su amigo sin ningún daño. El toro se levantó y no volvió a embestir contra nadie, quedándose totalmente manso.
El toreo en la época medieval era generalmente el lanceo de las reses desde el caballo. Y lo que hoy se realiza puede tener su origen en los hombres que se dedicaban a matar los terribles toros bravos que estaban refugiados en los espesos bosques que rodeaban las poblaciones, y los cuales causaban muchas muertes a la gente que tenia que cruzarlos. Como en la espesura del bosque no se podía dar muerte al toro por no poder moverse con libertad el caballo, había que hacerlo a pie y con una espada.
Cuentan las crónicas que en Plasencia se celebraban al menos diecinueve corridas al año. Pues el Concejo exigía a los arrendatarios de sus tierras que regalaran a la ciudad como mínimo dos toros por la concesión de los terrenos. Estaba prohibido lancearlos hasta que diera permiso el Concejo, pues estos toros eran para diversión del pueblo y no para figuramiento de los caballeros.
El arrendatario de las barcas de Albalát tenían que aportar dos toros; el de las barcas de la Bazagona, dos toros; el de la Moltrota de la ciudad, un toro; el del quinto del Campo Arañuelo, dos toros; el de la Mayordomía, dos toros; el del Peso de la Ciudad, dos toros; el de las Entregas, un toro; el de las viñas y cotos, un toro; el de la dehesa Miramontes, dos toros.
Si los toros no eran del agrado del pueblo o de los regidores, serían agarrochados y el que los entregó estaba obligado a reponer otros toros nuevos.
En el año 1.469 el conde de Plasencia, D. Álvaro de Zúñiga, publica una carta donde dice: “Que todo hombre que a estas ferias viniese, ya fuese cristiano, judío o moro, viniese seguro, porque el que los maltratare o prendare, pagará mil maravedíes para el tesoro real, y el daño doblado al que maltrataren o prendaren; y si no tuviese con resarcir estos daños y pagar estas penas, seria ahorcado”.
Aunque la mayor parte de los festejos taurinos de esta época se celebraron en la Plaza Mayor, también hay que recordar que en la Plaza de San Nicolás se celebraron festejos taurinos, sirviendo la calle de Arenillas de toril, así mismo esta calle también servia de toril para los festejos de la Plaza Mayor, junto con la calle de Los Toros, la cual debe su nombre a este hecho. Así mismo también se celebraron toros en la Isla, en la Plaza de los Llanos, y dentro de la Fortaleza.
En 1.508 la reina Dñª. Juana llama la atención del Alcaide, de la Fortaleza, pues en esa época se corrían los toros en la Plaza de los Llanos, y como el recinto donde se lidiaban era de carros unidos y palos entre ellos, no era extraño que el toro se escapara y se fuera a refugiar dentro de la Fortaleza, ante lo cual el Alcaide, una vez que había entrado el toro, cerraba las puertas de la misma y se quedaba con el animal para el. Tantas veces sucedería esto que el Concejo se quejó a la Reina, la cual le amonestó.
Otras veces el toro se salía hacia la ciudad, con lo cual causaba gran revuelo pues recorría todas las calles corneando a todo lo que se encontraba por delante, hasta que los caballeros que lo perseguían podían a lancearlo.
Tal era la afición a los toros en Plasencia, que se creo una normativa por la cual no se podía empezar el espectáculo hasta que el Cabildo de la Catedral no hubiesen terminado los Oficios, pues no querían perdérselo. Así mismo se establecieron normas reguladoras para los sacerdotes, ya que en esa época era muy frecuente que los curas interviniesen en los festejos taurinos.
En el año 1.567, el Papa Pio V, el cual llegó a santo, prohibió totalmente las corridas de toros, pero era tanta la afición que el Papa Gregorio XIII las volvió a permitir.
En el año 1.731 se escapó un novillo que traían a la ciudad los Padres Dominicos, el astado recorrió varias calles hasta dar con la catedral, donde sin pensárselo dos veces entró por la puerta que está enfrente del Palacio del Obispo, una vez dentro de la catedral vieja se pasó al claustro y seguidamente a la catedral nueva donde se estaba celebrando misa. Solamente pegó unos empujones a unos mozos y salió otra vez a la calle.
En el año 1.766 hubo toros en la Plaza de San Nicolás, se celebraron para homenajear al Deán de la Catedral D. José González Laso el cual había sido nombrado obispo de Plasencia. El motivo de celebrarse en esta plaza era que el dicho obispo Laso vivía en el Palacio de Las Bóvedas, hoy conocido como Marqués de Mirabel.
Al año siguiente, es decir en 1.767, hubo toros en la Isla en el mes de septiembre, la plaza que se construyo tenía doscientos cincuenta pies de largo por doscientos de ancho.
La realizaron los hermanos Garzones y un albañil al cual le pagaron por su trabajo 500 reales. Los festejos fueron un fracaso y no sacaron ni para los jornales.
En el año 1.815, para celebrar la victoria española sobre las tropas francesas, se corrió en la Plaza un toro “enmaromado”, es decir, que se le ataba una cuerda larga a los cuernos y así se le controlaba desde cierta distancia, impidiendo que se cebase en alguna persona. Esta costumbre, todavía se practica en algunos pueblos de España.
En 1.882 se construye la primera Plaza de Toros propiamente dicha, se edifica en el Cotillo de San Antón. Para realizarla se hace una sociedad con acciones de 25 ptas. cada una, y el constructor fue D. Vicente Paredes Guillén, que era arquitecto municipal. El 18 de junio de ese año se inaugura con los toreros Cara Ancha y Frascuelo. Se dieron dos corridas, las cuales empezaban a las cuatro y media de la tarde.
Como anécdota diremos que el primer día murieron seis caballos y el segundo día murieron 13 caballos y dos fueron heridos.
Cuatro años después se quemó esta plaza, pues era de madera, y entonces se decide hacerla de piedra que es la actual. La inauguraron los diestros Pepe-Hillo y Lagartijo.
En cuanto a las atracciones de ferias, los llamados “cacharritos” se solían poner a principios del siglo XX en las proximidades de los restos de la fortaleza (lo que hoy es la “Cruz de los Caídos”). Fue en el año 1.941 cuando se instalaron por primera vez en el Parque de la Coronación, aquellos primeros aparatos de tracción humana (barcas, caballitos, volanderas, etc.), los cuales también se instalaban en la Puerta del Sol en la feria de otoño (los Santos) en la cual se vendían los corderos recién nacidos, los cuales se encargaban a los niños de alimentarlos y se los mataba por la Navidad.
El día 6 de junio de 2.001 se inauguró oficialmente el nuevo ferial del Berrocal, terminando así 60 años de ferial en el Parque de la Coronación.
El toreo en la época medieval era generalmente el lanceo de las reses desde el caballo. Y lo que hoy se realiza puede tener su origen en los hombres que se dedicaban a matar los terribles toros bravos que estaban refugiados en los espesos bosques que rodeaban las poblaciones, y los cuales causaban muchas muertes a la gente que tenia que cruzarlos. Como en la espesura del bosque no se podía dar muerte al toro por no poder moverse con libertad el caballo, había que hacerlo a pie y con una espada.
Cuentan las crónicas que en Plasencia se celebraban al menos diecinueve corridas al año. Pues el Concejo exigía a los arrendatarios de sus tierras que regalaran a la ciudad como mínimo dos toros por la concesión de los terrenos. Estaba prohibido lancearlos hasta que diera permiso el Concejo, pues estos toros eran para diversión del pueblo y no para figuramiento de los caballeros.
El arrendatario de las barcas de Albalát tenían que aportar dos toros; el de las barcas de la Bazagona, dos toros; el de la Moltrota de la ciudad, un toro; el del quinto del Campo Arañuelo, dos toros; el de la Mayordomía, dos toros; el del Peso de la Ciudad, dos toros; el de las Entregas, un toro; el de las viñas y cotos, un toro; el de la dehesa Miramontes, dos toros.
Si los toros no eran del agrado del pueblo o de los regidores, serían agarrochados y el que los entregó estaba obligado a reponer otros toros nuevos.
En el año 1.469 el conde de Plasencia, D. Álvaro de Zúñiga, publica una carta donde dice: “Que todo hombre que a estas ferias viniese, ya fuese cristiano, judío o moro, viniese seguro, porque el que los maltratare o prendare, pagará mil maravedíes para el tesoro real, y el daño doblado al que maltrataren o prendaren; y si no tuviese con resarcir estos daños y pagar estas penas, seria ahorcado”.
Aunque la mayor parte de los festejos taurinos de esta época se celebraron en la Plaza Mayor, también hay que recordar que en la Plaza de San Nicolás se celebraron festejos taurinos, sirviendo la calle de Arenillas de toril, así mismo esta calle también servia de toril para los festejos de la Plaza Mayor, junto con la calle de Los Toros, la cual debe su nombre a este hecho. Así mismo también se celebraron toros en la Isla, en la Plaza de los Llanos, y dentro de la Fortaleza.
En 1.508 la reina Dñª. Juana llama la atención del Alcaide, de la Fortaleza, pues en esa época se corrían los toros en la Plaza de los Llanos, y como el recinto donde se lidiaban era de carros unidos y palos entre ellos, no era extraño que el toro se escapara y se fuera a refugiar dentro de la Fortaleza, ante lo cual el Alcaide, una vez que había entrado el toro, cerraba las puertas de la misma y se quedaba con el animal para el. Tantas veces sucedería esto que el Concejo se quejó a la Reina, la cual le amonestó.
Otras veces el toro se salía hacia la ciudad, con lo cual causaba gran revuelo pues recorría todas las calles corneando a todo lo que se encontraba por delante, hasta que los caballeros que lo perseguían podían a lancearlo.
Tal era la afición a los toros en Plasencia, que se creo una normativa por la cual no se podía empezar el espectáculo hasta que el Cabildo de la Catedral no hubiesen terminado los Oficios, pues no querían perdérselo. Así mismo se establecieron normas reguladoras para los sacerdotes, ya que en esa época era muy frecuente que los curas interviniesen en los festejos taurinos.
En el año 1.567, el Papa Pio V, el cual llegó a santo, prohibió totalmente las corridas de toros, pero era tanta la afición que el Papa Gregorio XIII las volvió a permitir.
En el año 1.731 se escapó un novillo que traían a la ciudad los Padres Dominicos, el astado recorrió varias calles hasta dar con la catedral, donde sin pensárselo dos veces entró por la puerta que está enfrente del Palacio del Obispo, una vez dentro de la catedral vieja se pasó al claustro y seguidamente a la catedral nueva donde se estaba celebrando misa. Solamente pegó unos empujones a unos mozos y salió otra vez a la calle.
En el año 1.766 hubo toros en la Plaza de San Nicolás, se celebraron para homenajear al Deán de la Catedral D. José González Laso el cual había sido nombrado obispo de Plasencia. El motivo de celebrarse en esta plaza era que el dicho obispo Laso vivía en el Palacio de Las Bóvedas, hoy conocido como Marqués de Mirabel.
Al año siguiente, es decir en 1.767, hubo toros en la Isla en el mes de septiembre, la plaza que se construyo tenía doscientos cincuenta pies de largo por doscientos de ancho.
La realizaron los hermanos Garzones y un albañil al cual le pagaron por su trabajo 500 reales. Los festejos fueron un fracaso y no sacaron ni para los jornales.
En el año 1.815, para celebrar la victoria española sobre las tropas francesas, se corrió en la Plaza un toro “enmaromado”, es decir, que se le ataba una cuerda larga a los cuernos y así se le controlaba desde cierta distancia, impidiendo que se cebase en alguna persona. Esta costumbre, todavía se practica en algunos pueblos de España.
En 1.882 se construye la primera Plaza de Toros propiamente dicha, se edifica en el Cotillo de San Antón. Para realizarla se hace una sociedad con acciones de 25 ptas. cada una, y el constructor fue D. Vicente Paredes Guillén, que era arquitecto municipal. El 18 de junio de ese año se inaugura con los toreros Cara Ancha y Frascuelo. Se dieron dos corridas, las cuales empezaban a las cuatro y media de la tarde.
Como anécdota diremos que el primer día murieron seis caballos y el segundo día murieron 13 caballos y dos fueron heridos.
Cuatro años después se quemó esta plaza, pues era de madera, y entonces se decide hacerla de piedra que es la actual. La inauguraron los diestros Pepe-Hillo y Lagartijo.
En cuanto a las atracciones de ferias, los llamados “cacharritos” se solían poner a principios del siglo XX en las proximidades de los restos de la fortaleza (lo que hoy es la “Cruz de los Caídos”). Fue en el año 1.941 cuando se instalaron por primera vez en el Parque de la Coronación, aquellos primeros aparatos de tracción humana (barcas, caballitos, volanderas, etc.), los cuales también se instalaban en la Puerta del Sol en la feria de otoño (los Santos) en la cual se vendían los corderos recién nacidos, los cuales se encargaban a los niños de alimentarlos y se los mataba por la Navidad.
El día 6 de junio de 2.001 se inauguró oficialmente el nuevo ferial del Berrocal, terminando así 60 años de ferial en el Parque de la Coronación.
SEMBRANDO INQUIETUDES. A.C.P. PEDRO DE TREJO
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