Pedro Casas y Souto
martes, 1 de julio de 2008
PEDRO CASAS Y SOUTO
VIDA Y PONTIFICADO DE DON PEDRO CASAS Y SOUTO, OBISPO DE PLASENCIA,
EN EL PRIMER CENTENARIO DE SU MUERTE
(SOBRADO DEL OBISPO, 1.826-PLASENCIA, 1906)
No podíamos dejar pasar esta efemérides de la muerte del controvertido obispo Casas sin sacar a la luz algo de su biografía y del entorno ciudadano de su época.
Llama la atención que las autoridades eclesiásticas no han hecho ningún acto oficial para resaltar la figura del obispo que fue llamado “verdadero padre de los pobres”. Solamente un sacerdote – a título particular – publicó en la revista de Semana Santa un artículo sobre este personaje.
La Asociación Cultural Placentina “Pedro de Trejo”, como defensora del patrimonio, costumbres e historia de Plasencia y su Tierra, inauguró sus tertulias abiertas el día 9 de febrero, con el tema que da titulo a esta comunicación.
Don Pedro Casas y Souto, nació el día 15 de octubre de 1826 en el pueblo de Sobrado del Obispo de la provincia de Orense. Ingresó en el seminario de Orense en el año 1.839, cursando tres años de filosofía. En el año 1.842 quiso ingresar en la orden de los dominicos, pero su padre, a pesar de ser un “pequeño terrateniente”, se negó a pagarle la matrícula, con lo cual tuvo que seguir en el seminario de Orense.
Recibió las órdenes menores en el año 1848 y las mayores en el 1853.
En el año 1.852 empezó a desempeñar, como interino, la cátedra de Teología moral en el seminario de Orense; y en 1857 fue nombrado Licenciado y Doctor en Sagrada Teología en el Seminario Central de Toledo.
En el año 1.861 ganó el concurso de curato para la iglesia de san Ciprián de Cobas, en el cual estuvo once años.
En 1.868, empieza a mandar artículos al periódico “La Nacionalidad”, de Orense, donde ya deja ver su talante integrista y antiliberal. En esa época dio rienda suelta a sus dotes artísticas y realizó varias obras de escultura, con diversos meritos artísticos. Entre ellas destacaron una Purísima de un metro de altura y un San Pedro de unos 33 centímetros.
En 1.872 gana las oposiciones a Penitenciario de la catedral de Orense.
El día 6 de febrero de 1.875 - con casi 50 años - fue nombrado obispo de Plasencia, teniendo lugar la investidura en la iglesia de san Isidro de Madrid y siendo su padrino el Marqués de Mirabel, siendo el día 23 del mismo mes cuando toma posesión del obispado de Plasencia a través del Deán don Liberato Fernández, y a los dos días, el veinticinco, hace su entrada oficial en la ciudad.
Fue una época de grandes reformas la que le tocó vivir a este obispo.
En el contexto nacional había inestabilidad política; y en el local graves enfrentamientos que, aunque disfrazados de temas sociales o religiosos, en su trasfondo no eran más que temas políticos manejados por los caciques locales, los cuales se apoyaban en periódicos que ellos mismos habían creado. Para confirmar esto diremos que en Plasencia entre finales del siglo XIX y principios del XX vieron la luz más de 30 periódicos locales.
A nivel nacional, tenemos en el año 1.874 el golpe de estado del general Pavía, el pronunciamiento del general Martínez Campos y la proclamación de Alfonso XII como rey. En 1.876 entra en vigor la 5ª Constitución española y termina la guerra carlista; en 1.879 se funda el Partido Socialista Obrero Español, (P.S.O.E.). En el año 1.880 es abolida la esclavitud en España.
A su llegada a Plasencia Don Pedro Casas y Souto se tiene que hacer cargo de una diócesis que estaba bacante desde la muerte del anterior obispo, don Gregorio Mª. López Zaragoza, quien había fallecido siete años antes, lo cual, al parecer había causado una relajación doctrinal entre el clero diocesano, así como entre las relaciones del cabildo y estamentos locales.
En Plasencia, durante su pontificado, se hicieron célebres varios sucesos, entre los que cabe destacar el caso del Muerto Resucitado, la Monja Santa, el Cura Mora, el Capellán del Cementerio, la fundación de las Josefinas Trinitarias, la creación del Asilo de las Hermanitas de los Pobres, el desfalco del colegio de san Calixto y el dinero de la Caja del Seminario.
Es precisamente “El Cura Mora” –cuyo nombre real era el de José García Mora- la causa del mayor de los problemas, en el ámbito clerical, con que se enfrentó nada más llegar a Plasencia. Este sacerdote –“El Cura Mora”- era párroco del pueblo de Villanueva de la Vera y un acérrimo liberal, razón por lo cual sus ideas chocaban frontalmente con las del Obispo. El enfrentamiento llegó a tal punto que se realizo una especie de cisma, negándose el sacerdote a obedecer al obispo, y creando una nueva iglesia a la cual denominó “IGLESIA CRISTIANO-LIBERAL DE VILLANUEVA DE LA VERA”, a la cual dotó de los siguientes estatutos:
ESTATUTOS DE LA IGLESIA CRISTIANO-LIBERAL DE VILLANUEVA DE LA VERA
(CREADA POR “EL CURA MORA”)
1º) El ministerio sacerdotal se ejerce gratis en esta iglesia conforme lo hicieron y mandaron Jesucristo y los Apóstoles.
2º) En su virtud quedan abolidos los derechos llamados de estola y pie de altar en la Iglesia cristiana-liberal de Villanueva de la Vera.
3º) No obstante los sacerdotes de la Iglesia cristiana-liberal de Villanueva de la Vera y de cualesquiera otros puntos donde pudiera establecerse, estarán vigilantes y prontos de día y de noche a administrar los santos sacramentos a sus hermanos, los fieles de esta Iglesia cristiano-liberal.
4º) La Iglesia cristiano-liberal cree en Dios, Padre, Hijo y Espíritu Santo; en el misterio de la Santísima Trinidad y Encarnación; en la Santísima Virgen Purísima que continuará siendo su celestial Patrona y Abogada; en los Santos Sacramentos; y en fin, en todo cuanto Nuestro Señor Jesucristo y los Apóstoles enseñaron, ordenaron y mandaron.
5º) En su virtud, la Iglesia cristiano-liberal de Villanueva de la Vera y de otros puntos donde pueda establecerse, rendirá culto a Dios, a la Purísima Virgen, y a los Santos con el decoro que le permitan sus recursos
6º) Los sacerdotes de la Iglesia cristiana-liberal tampoco podrán recibir sueldo alguno del Estado, aún cuando llegara a ofrecérseles.
7º) Los mismos sacerdotes tendrán un cuidado excepcional por los pobres y desvalidos como lo tuvieron y mandaron que se tuviera, el divino fundador Jesús y los Apóstoles; intercediendo ante las autoridades locales para que se les ampare y socorra en la parte que ellos no puedan hacerlo por sí.
8º) La Iglesia cristiana-liberal obedeciendo al espíritu y a la letra de las palabras de Jesús cuando creó la oración dominical, prescribe pocas devociones, pero bien hechas, y muchas buenas obras que tan aceptas son a los ojos de divinos.
9º) También recomiendo el Santo Rosario a Nuestra Señora, Patrona general de España, y particular de esta Iglesia cristiana-liberal de Villanueva de la Vera.
10º) La Iglesia cristiana-liberal prohíbe todo petitorio y ofertorio en las funciones de tabla, pues éstas las celebran gratis los sacerdotes, como se ha dicho anteriormente.
11º) Tampoco aprueba la Iglesia cristiana-liberal ese sacrílego comercio de las bulas; y recomienda a los fieles que si no se les habilita de ellas gratis, como debieran darse, inviertan en limosnas a pobres infelices; lo cual es mucho más agradable a los ojos de Dios, y se gana más para la vida eterna.
12º) Como se ha dicho, los sacerdotes de la Iglesia cristiana-liberal no percibirán ni un céntimo por ejercer su ministerio, manteniéndose solo de su patrimonio, o de una industria honesta y lícita, como lo hacían los Santos Apóstoles.
13º) Tampoco podrán ser sacerdotes de esta Iglesia cristiana-liberal los que no sean de buena vida y costumbres, y presenten buenos antecedentes religiosos-políticos.
14º) Los sacerdotes de la Iglesia cristiana-liberal son en todo iguales a los demás fieles en cuanto a rango y consideración social y se titularán los hermanos Directores en conformidad con las obras y doctrinas de Jesucristo y los Apóstoles.
Después de muchas negociaciones, “El Cura Mora” se arrepintió y se le trasladó a Plasencia para poder controlarle más de cerca. Fue nombrado párroco de la iglesia del Salvador...pero volvieron los enfrentamientos; esta vez debido a que como el santuario de la Virgen del Puerto pertenece a la parroquia del Salvador y, por lo tanto, está bajo la jurisdicción de su párroco, cuando el obispo quiso poner al frente de el santuario a otro sacerdote se negó el cura Mora. Se presentaron denuncias en Plasencia, luego en Toledo, después en Madrid, y se terminó recurriendo a Roma para solucionar el conflicto. Ante esto el obispo tomó la decisión de suspenderle de sus funciones y confinarle en su casa, cosa que se cumplió hasta la muerte del prelado, siendo posteriormente el cura Mora restituido a su anterior cargo y absuelto de las penas a el impuestas.
Como se puede apreciar todo el pontificado de don Pedro Casas estuvo presidido por los pleitos contra don José García Mora.
El caso de la “Monja Santa” fue un suceso de superchería colectiva, dirigido por una joven religiosa llamada sor Maria Ana, que había llegado de Cuba y que traía una imagen del Niño Jesús, al cual se le atribuyeron ciertos milagros -como unos estigmas que le salían en las manos y los pies- con lo cual se creó en el convento una paranoia colectiva, la cual terminó por saltar a la calle, llegando a enfrentar a los mismos sacerdotes, y teniendo que intervenir el obispo para poner las cosas en su sitio.
La monja se arrepintió en su lecho de muerte y confesó que todo había sido un engaño para tener mejor posición en el convento; que la imagen no era cubana, sino que se la había regalado su cuñado cuando llegó a Barcelona procedente de Cuba.
Así y todo, incluso después de muerta, el fanatismo continuó, y el prelado tuvo que hacer pública una carta donde explicaba la verdad de este suceso.
La imagen del Niño Jesús se conserva en el convento de las Madres Capuchinas; se le conoce con el nombre de “El Niño Jesús Cubanito” y sigue inspirando mucha devoción.
En el Boletín Eclesiástico de 13 de mayo de 1906, se publicó la carta del obispo en la cual explicaba el porque de su silencio en el caso de la Monja Santa, también llamada La Monja del Niño Jesús Cubanito. En ella decía el obispo que sor Maria Ana, monja capuchina, solo fue una enferma y que todo el espectáculo que se montó a su alrededor no fue mas que superchería, no existiendo ningún milagro, siendo propagadas estas mentiras por un grupo de fanáticos ansiosos de cosas sobrenaturales.
El Capellán de la Cárcel Real y del Cementerio Municipal se llamaba Gervasio Keerse y había venido de Ciudad Rodrigo. Este capellán era otro liberal acérrimo, con lo cual no tardo en tener enfrentamientos con el obispo Casas.
Tales enfrentamientos llegaron al punto de que el obispo le suspendió de todos sus cargos, dejándole sin medios de subsistencia, debido a lo cual tenía que vivir de lo que le daban los familiares y amigos, es decir, de la caridad.
Aunque mando al obispo varios escritos pidiendo explicaciones del porque de esa forma de tratarle, el obispo solamente le contesto que se fuese a Ciudad Rodrigo que era de donde había venido.
Ante esta situación el sacerdote editó un folleto de 41 páginas donde explicaba sus problemas con el obispo y el trato que había recibido por parte de este.
A pesar de los escritos de protesta del obispo y cabildo, así como la adhesión de gran numero de sacerdotes, el folleto fue impreso en el año 1.889, en la imprenta del Cantón Extremeño, la cual era propiedad de don Evaristo Pinto.
Este caso fue muy parecido al del cura Mora, pero con la variante de que don José pertenecía a una de las familias más pudientes de la ciudad y pudo mantener los pleitos contra el obispo, y el cura Keerse no poseía fortuna de ningún tipo.
Otro de los problema que se le planteó fue el de sor Ramona Vázquez, llamada la “lega apóstata”. Esta monja, lega de un convento de clausura de Trujillo, solicitó abandonar el convento alegando para ello falta de vocación, pero nuestro obispo no lo considero suficiente y se lo denegó, basándose en los votos que tenia hechos la religiosa. Ante ello se recurrió a la justicia y esta le dio la razón a la monja, pero como no se aceptó el veredicto judicial, se ordenó por parte del Gobernador Civil la entrada de la fuerza publica en el convento la cual, después de forzar las puertas de entrada y de clausura, rescataron a Ramona sacándola al exterior. Ante este hecho –calificado de sacrílego por el obispado– el obispo se dirigió a sus superiores y al ministro de Gracia y Justicia con sendos escritos, pero el hecho ya estaba consumado y nada pudo sacar de ello.
El caso del “Muerto Resucitado” fue una manipulación flagrante por parte de los políticos locales de un caso de ámbito particular, que con un apoyo de la prensa por ellos creada, llegó a tener repercusiones a nivel nacional.
El tal “Muerto Resucitado” se llamaba Eustaquio Campos Barrado, y por una serie de sucesos familiares terminó internado en un manicomio de un pueblo de Madrid, donde tiempo después se certificó su muerte. Pero pasado un tiempo, alguien lo reconoció en otro centro de salud de las mismas características - este en Cataluña – y lo denunció, con lo cual se le tuvo que traer a Plasencia para confirmar su identidad, cosa que aprovechada por ciertas personas, llevo a dividir a la población en dos bandos, con continuos enfrentamientos verbales y físicos, causando incluso un muerto en uno de los alborotos.
No son para olvidar sus continuos enfrentamientos con los ayuntamientos de la diócesis, entre ellos el de Béjar, Navalmoral, Jarandilla, Don Benito, Losar de la Vera y el ayuntamiento placentino.
Uno de estos enfrentamientos fue por el llamado “rompimiento de tumba”. Este rompimiento no era otra cosa que el pago que había que realizar a la iglesia por enterrarse en sagrado, cosa que hasta entonces se hacia en los cementerios anejos a las iglesias, y que ha partir de esas fechas se empezaron a realizar en el nuevo cementerio municipal de Santa Teresa. El enfrentamiento se enconó de tal manera que llegó al punto de dejar cadáveres sin enterrar durante varios días.
A tanto llegó el conflicto con el ayuntamiento placentino, que la decisión la tuvo que tomar el rey editando una Real Orden, fechada el 22 de enero de 1.883, por la cual se ordenaba que tuviesen una llave del cementerio el obispado y otra el concejo; que la iglesia enterrase a los católicos y el ayuntamiento a los no creyentes.
Otros enfrentamientos se originaron por la decisión del obispo de no dar la Comunión al Alcalde al mismo tiempo que al Deán, negarle la llave del Monumento del Jueves Santo, derechos que tenían -y tienen- los Alcaldes de Plasencia, y dejar que se sentara el juez de 1ª instancia en la silla del coro reservada al Alcalde de la ciudad.
Ante estas situaciones el Ayuntamiento se negó a dar permiso al Cabildo para poder enterrarse dentro de la ermita de Santa Teresa, la cual había pasado a ser cementerio civil. Después de muchas disputas otra vez se recurrió al Rey, el cual dio la razón al obispo y a los canónigos.
Tan cansado estaba el consistorio placentino del obispo Casas, que el día 21 de enero de 1883 se tomó la decisión en pleno –y así consta en las actas- de dirigir una carta al ministro de Gracia y Justicia pidiendo el traslado del obispo a otra diócesis.
El antecesor de don Pedro, el obispo López Zaragoza, había empezado la construcción del nuevo seminario, pero por diversos problemas –entre ellos el económico- no se remataron las obras. Ya estando don Pedro de obispo, se solicitó por el ayuntamiento el alquiler del edificio para instalar provisionalmente en el la Audiencia de lo Criminal, cosa a la que aunque con muchos reparos accedió el obispo. Pero cumplido el tiempo acordado no se desalojó el edificio, con lo cual y después de varias discusiones se acordó darle una prorroga, la cual tampoco se cumplió.
Por fin, en octubre de 1884, se vació el edificio y se hizo el traslado de los seminaristas desde el convento de San Vicente –Santo Domingo- al nuevo edificio, empezando en el mismo el curso 84-85.
Como quedó libre Santo Domingo pensó el obispo traer al alguna orden religiosa para instalarla en él, y se decidió por los padres Claretianos con los cuales, el día 18 de enero de 1886, se firmaron los acuerdos. En estos se especificaba que serian cinco padres y cuatro o cinco hermanos coadjutores los que vendrían de principio a la ciudad, para impartir clases a unos cincuenta niños internos. Estos padres Misioneros del Inmaculado Corazón de Maria estuvieron el la ciudad hasta el año 1931, en el cual por seguridad abandonaron el convento y se fueron de Plasencia a Zafra.
Don Pedro Casas fue senador dos veces: una por la provincia de Guipúzcoa en la legislatura de 1.891-1.893, y otra por el Arzobispado de Toledo en 1.896-1.898 -aunque esta no llegó a jurarla. Esta distinción de representar a la iglesia, le fue concedida gracias a su gran conocimiento y oratoria, siendo en su época uno de los obispos más preparados con los que contaba la iglesia española.
Fue muy enconado su enfrentamiento con el Gobierno Liberal, al cual atacaba todas las semanas desde el púlpito de la catedral, por lo cual eran constantes las protestas del Gobierno de la Nación a Roma, y muy comentados sus sermones en toda Europa. El Presidente del Consejo de Ministros, D. Práxedes Mateo Sagasta, llegó a ordenar al Fiscal de la Audiencia que asistiera a todos los sermones de este obispo y tomara cuenta de ellos, por si eran constitutivos de delito.
De este obispo se cuenta la anécdota de que era tan gran orador que se le olvidaba el paso del tiempo y se pasaba las horas enteras subido al púlpito declamando sus sermones. Para controlar esto, había enseñado a un monaguillo -el cual se sentaba detrás del obispo- a que cuando veía que llevaba mucho tiempo hablando, le diese un tirón de la capa y le dijese bajito “Señor obispo, que se están cansando”, con lo cual el prelado recobraba el sentido del tiempo y ponía fin a su discurso.
En una visita pastoral a uno de los pueblos de la diócesis empezó a predicar desde el púlpito y pasadas más de dos horas su secretario, don Pertego Megid, le tiró de los capisayos, para advertirle de que fuese terminando, pero pasados varios minutos sin que pusiese fin a su perorata volvió a repetir los tirones de la sotana, y así una tercera vez en la cual el obispo, en voz alta y con tono agrio, se dirigió a el diciendo: “¿Pero quién se cansa, ellos o tu?”.
Su forma de vida fue también muy peculiar, pues a pesar de su longevidad, desde muy joven se vio afectado por diversas dolencias, quizás debido a su forma de vida, pues fue de un continuo ayuno viviendo en una gran austeridad, hasta el punto de que los empleados del Palacio Episcopal pasaban hambre.
Para darnos una idea de cómo se vivía en dicho Palacio solamente tenemos que ver lo que era un día en la vida del obispo: se levantaba a las cuatro de la mañana o antes, tenia una hora de meditación, decía la misa y a continuación oía otra de rodillas, después tomaba chocolate hecho con agua, el cual rebajaba con media copa de agua, no tomando nada sólido con el.
La comida consistía en un caldo gallego, patatas cocidas con agua y sal, carne de vaca, muy triturada en sus últimos años por faltarle la mayor parte de los dientes, y un postre de fruta.
La cena consistía en sopa de pan, la cual el no solía tomar, patatas cocidas y alguna vez una fruta. Tanto en la comida como en la cena tomaba un vaso de vino.
Este régimen de comidas solo se alteraba cuando había invitados, entonces los alimentos eran abundantes, variados y de calidad.
REGLAMENTO DE SIRVIENTES
El obispo redactó de su propia mano un reglamento para los sirvientes del Palacio, el cual decía así:
1º - No habrá en Palacio mas de dos sirvientes ordinarios; el cocinero y su ayudante.
2º - Estará a su cargo el guisar por semanas y ejercer las demás funciones de aseo de casa, servicio de mesa y demás particulares.
3º - Se tomaran informes secretos de personas competentes sobre la actitud, conducta y religiosidad de los que hayan de admitirse como sirvientes.
4º - Una vez admitidos y convenida la cantidad que hayan de percibir como retribución de su trabajo, se cuidara de ellos como lo hacen los buenos padres de familia cristianos.
5º - Al efecto, si se observaren algunos vicios notables de que antes no se tuviese noticia, se vera si se corrigen haciendo una y otra vez caritativas advertencias. Si a pesar de esto no se enmiendan, y siguen siendo chismosos, indolentes, mal hablados, etc…; y sobre todo si hubiese fundamento para sospechar de tratos no lícitos o muy familiares con personas de distinto sexo, sea de las que entren en Palacio con motivo de algún asunto que se les ha encargado, o estén fuera, se procederá cuanto antes a buscar otro que le sustituya.
6º - Todos los días oirán misa en la capilla, y al efecto sonará la campana dos veces al comenzar a celebrar el obispo y al dar principio la de acción de gracias, a fin de que puedan sin faltar a sus quehaceres del momento asistir a una o a otra.
7º - A las ocho de la noche les rezará el Santo Rosario el mayordomo, de suerte que al concluir en la capilla ya estén despachados y dispuestos a servir la cena o colación.
8º - Se confesaran indefectiblemente en la semana que precede al primer domingo de cada mes, comulgaran en el de manos del obispo, y solo teniendo motivo razonable podrán diferir la comunión a lo mas hasta el domingo segundo.
9º - El mayordomo tendrá cuidado de velar sobre el cumplimiento de estos ejercicios espirituales, de enterarse a la vez de la instrucción que tienen en la doctrina cristiana, sobre la que también deberá hablarles en los días festivos, ya antes, ya después del Santo Rosario, que trasladara a otra ora si lo juzga mas oportuno.
10º - También cuidara de que se hagan bien y diligentemente, no solo los quehaceres ordinarios, sino los que se les manden por el obispo, u otros que puedan hacerlo, no permitiendo en tiempo alguno se desentiendan de lo que se les mandare, sin legitima excusa, que expondrán con mesura y respeto a quien corresponda.
11º - Como la ociosidad enseña mucha malicia, y es imposible que dejen de malearse si estuviesen los sirvientes sin ocupación una parte del día, como hasta ahora ha sucedido; procurara nuestro mayordomo emplearlos en el cultivo y riego del huerto y barbacana en los tiempos en que puedan hacerlo sin faltar a las perentorias obligaciones de su oficio. Y si a pesar de esto tuvieren tiempo desocupado podrá serviles de mucho provecho algún buen libro, cuya lectura los instruya y edifique.
12º- Tampoco permitirá contraigan relaciones intimas con familia alguna del pueblo, frecuenten su casa, ni estén entre día o de noche fuera de palacio sin saber en donde y con que objeto.
13º - La soldada convenida será satisfecha por meses vencidos, como se acostumbra con el portero; y si hubiese necesidad de aumentarla o disminuirla por alguna causa razonable, solo podrá hacerlo el mayordomo dándonos conocimiento de todo y obteniendo “in criptis” nuestro expreso consentimiento.
14º - En las enfermedades de los sirvientes les asistirá el medico de casa, y si solo durasen algunos días, se les cuidara caritativamente. Pero si fuesen largas y graves y fuese preciso hacer gastos en medicina y otros extraordinarios, llevara de todo cuenta la mayordomía para indemnizarse a su tiempo o poder presentar la cuenta al obispo a fin de que condone lo que le parezca bien.
15º - Si por indisposición de un sirviente hubiese de tomarse otro, por mas que sea solo temporalmente, si esta indisposición excediese de quince días, deberá disminuírsele progresivamente la soldada o retribución que a esos días corresponda; pero si no fuese preciso otro sirviente nada se le disminuirá en el pago.
16º - Los sirvientes solo podrán dar de limosna la comida que sobre y nada mas. En los casos particulares que se les autorice, podrán hacerlo en el modo y forma que se les señalare.
17º - El mayordomo, por ultimo, solo confiara las llaves a los sirvientes cuando el no pueda asistir a que tomen lo que sea preciso; pero inmediatamente volverá a recogerlas y conservarlas en poder suyo.
Debido a su edad se realizo en Plasencia, en 1.903, la Conferencia Episcopal, en vez de hacerlo en Toledo, y gracias a que se supo a tiempo se pudo amueblar el Palacio Episcopal, en el cual solo había cuatro sillas de enea y unas mesas desvencijadas, y así recibir dignamente al Arzobispo Primado de España y a los obispos de Madrid-Alcalá, Coria, Sigüenza, y Cuenca.
En amueblar el palacio rivalizaron las familias pudientes de la ciudad, ofreciendo cada una de ellas sus mejores ajuares.
Este estado de pobreza era consecuencia de que todos los muebles –o casi todos- y los utensilios del palacio episcopal eran de propiedad privada de los obispos, y tras su muerte se desmantelaba el palacio siendo vendidos o donados, con lo cual el obispo entrante debía amueblar nuevamente el edificio. Estos objetos se solían llamar “los despojos del obispo”.
Y por lo que se deduce, don Pedro no debió gastarse mucho en “amueblamientos”.
En el año de 1903, el día 24 de septiembre, se celebraron las bodas de oro de su ordenación como sacerdote. Se hicieron funciones religiosas, veladas literarias, limosnas extraordinarias a todas las comunidades religiosas, comidas a los presos de las cárceles de la diócesis, prendas de ropa y comida para cien pobres etc…
Este obispo fue uno de los pocos que visitó cuatro veces todas las iglesias de su diócesis, y siete las parroquias -aunque no todas-; escribió cuarenta y tres pastorales; y convocó un sínodo diocesano en el año 1891. También realizó, en 1878,la primera visita “Ad Limina” al Papa. Luego realizó cuatro más, pero esta a través de procurador.
El día 25 de julio de 1906, a las ocho y diez de la tarde, murió don Pedro Casas. Se le amortajó, pero no se le embalsamó, y se le expuso en el salón de recepciones del palacio episcopal.
Al no ser embalsamado hubo necesidad de enterrarle al día siguiente, no esperando ni a los funerales, pues el calor era muy fuerte y el cadáver empezaba a descomponerse.
Fue enterrado, según su deseo, delante del altar de la Virgen de la Asunción, poniendo una lápida de mármol blanco en la cual se gravó y rellenó con plomo la siguiente inscripción:
“EL DOCTOR D. PEDRO CASAS Y SOUTO, natural de Sobrado del Obispo (Orense). Obispo de esta Diócesis, falleció santamente en su Palacio, a las ocho y diez minutos de la noche del 25 de Julio de 1.906, contando 79 años de edad, 9 meses y 11 días, y después de 30 años y cinco meses de Pontificado en que con el ejemplo y la palabra fue modelo de pastores y martillo del liberalismo; siendo por ello admirado y temido por los que andan en las tinieblas y en la sombra de la muerte se sientan.
Desde el cielo vela por su amada Grey y por el triunfo de la fe católica.”
R. I. P.
Los funerales se tuvieron lugar el día 27, siendo realizados con los honores y pompa que le correspondían por su cargo.
Como datos curiosos veremos el estado de cuentas del Obispado durante su pontificado que, como dijimos, fue de 30 años y cinco meses:
BIBLIOGRAFÍA Y DOCUMENTACIÓN
Vida y Pontificado del Ilmo. Sr. Doctor don Pedro Casas y Souto, obispo de Plasencia.
Inocencio Portabales Nogueira – Lugo 1.911
Folleto el Obispo de Plasencia y el Capellan del Cementerio Público de la misma ciudad
Gervasio Keerse – Plasencia 1889
Archivo del Senado, Madrid:
Actas de toma de posesión como senador en los años 1.891 y 1.896.
Periódicos de la época:
“El Dardo”, de Plasencia - “El Estremeño”, de Plasencia - “El Canton Estremeño”, de Plasencia - “El Eco Extremeño”, de Plasencia – “La Integridad”, de Tuy –
Articulo: Una legión de Claret en la Extremadura de los Conquistadores
Sánchez Alegría, Eleuterio -
Archivo Municipal de Plasencia:
diversos documentos.
Archivo de la Catedral de Plasencia :
Diversos documentos.
La Perla de la Habana- Sor María Ana de Jesús Castro
R. P. Juan de Guernica – Zaragoza- 1914
(Comunicación presentada por D. Pedro Luna, para la Memoria Histórica de Plasencia y Comarcas. Universidad Popular Fray Alonso Fernández -VI edición – Plasencia 2006)
DOCUMENTACIÓN CEDIDA POR EL DEPARTAMENTO DE RECOPILACIÓN E INVESTIGACIÓN DOCUMENTAL Y PATRIMONIAL DE LA ASOCIACIÓN CULTURAL PLACENTINA “PEDRO DE TREJO”
EN EL PRIMER CENTENARIO DE SU MUERTE
(SOBRADO DEL OBISPO, 1.826-PLASENCIA, 1906)
No podíamos dejar pasar esta efemérides de la muerte del controvertido obispo Casas sin sacar a la luz algo de su biografía y del entorno ciudadano de su época.
Llama la atención que las autoridades eclesiásticas no han hecho ningún acto oficial para resaltar la figura del obispo que fue llamado “verdadero padre de los pobres”. Solamente un sacerdote – a título particular – publicó en la revista de Semana Santa un artículo sobre este personaje.
La Asociación Cultural Placentina “Pedro de Trejo”, como defensora del patrimonio, costumbres e historia de Plasencia y su Tierra, inauguró sus tertulias abiertas el día 9 de febrero, con el tema que da titulo a esta comunicación.
Don Pedro Casas y Souto, nació el día 15 de octubre de 1826 en el pueblo de Sobrado del Obispo de la provincia de Orense. Ingresó en el seminario de Orense en el año 1.839, cursando tres años de filosofía. En el año 1.842 quiso ingresar en la orden de los dominicos, pero su padre, a pesar de ser un “pequeño terrateniente”, se negó a pagarle la matrícula, con lo cual tuvo que seguir en el seminario de Orense.
Recibió las órdenes menores en el año 1848 y las mayores en el 1853.
En el año 1.852 empezó a desempeñar, como interino, la cátedra de Teología moral en el seminario de Orense; y en 1857 fue nombrado Licenciado y Doctor en Sagrada Teología en el Seminario Central de Toledo.
En el año 1.861 ganó el concurso de curato para la iglesia de san Ciprián de Cobas, en el cual estuvo once años.
En 1.868, empieza a mandar artículos al periódico “La Nacionalidad”, de Orense, donde ya deja ver su talante integrista y antiliberal. En esa época dio rienda suelta a sus dotes artísticas y realizó varias obras de escultura, con diversos meritos artísticos. Entre ellas destacaron una Purísima de un metro de altura y un San Pedro de unos 33 centímetros.
En 1.872 gana las oposiciones a Penitenciario de la catedral de Orense.
El día 6 de febrero de 1.875 - con casi 50 años - fue nombrado obispo de Plasencia, teniendo lugar la investidura en la iglesia de san Isidro de Madrid y siendo su padrino el Marqués de Mirabel, siendo el día 23 del mismo mes cuando toma posesión del obispado de Plasencia a través del Deán don Liberato Fernández, y a los dos días, el veinticinco, hace su entrada oficial en la ciudad.
Fue una época de grandes reformas la que le tocó vivir a este obispo.
En el contexto nacional había inestabilidad política; y en el local graves enfrentamientos que, aunque disfrazados de temas sociales o religiosos, en su trasfondo no eran más que temas políticos manejados por los caciques locales, los cuales se apoyaban en periódicos que ellos mismos habían creado. Para confirmar esto diremos que en Plasencia entre finales del siglo XIX y principios del XX vieron la luz más de 30 periódicos locales.
A nivel nacional, tenemos en el año 1.874 el golpe de estado del general Pavía, el pronunciamiento del general Martínez Campos y la proclamación de Alfonso XII como rey. En 1.876 entra en vigor la 5ª Constitución española y termina la guerra carlista; en 1.879 se funda el Partido Socialista Obrero Español, (P.S.O.E.). En el año 1.880 es abolida la esclavitud en España.
A su llegada a Plasencia Don Pedro Casas y Souto se tiene que hacer cargo de una diócesis que estaba bacante desde la muerte del anterior obispo, don Gregorio Mª. López Zaragoza, quien había fallecido siete años antes, lo cual, al parecer había causado una relajación doctrinal entre el clero diocesano, así como entre las relaciones del cabildo y estamentos locales.
En Plasencia, durante su pontificado, se hicieron célebres varios sucesos, entre los que cabe destacar el caso del Muerto Resucitado, la Monja Santa, el Cura Mora, el Capellán del Cementerio, la fundación de las Josefinas Trinitarias, la creación del Asilo de las Hermanitas de los Pobres, el desfalco del colegio de san Calixto y el dinero de la Caja del Seminario.
Es precisamente “El Cura Mora” –cuyo nombre real era el de José García Mora- la causa del mayor de los problemas, en el ámbito clerical, con que se enfrentó nada más llegar a Plasencia. Este sacerdote –“El Cura Mora”- era párroco del pueblo de Villanueva de la Vera y un acérrimo liberal, razón por lo cual sus ideas chocaban frontalmente con las del Obispo. El enfrentamiento llegó a tal punto que se realizo una especie de cisma, negándose el sacerdote a obedecer al obispo, y creando una nueva iglesia a la cual denominó “IGLESIA CRISTIANO-LIBERAL DE VILLANUEVA DE LA VERA”, a la cual dotó de los siguientes estatutos:
ESTATUTOS DE LA IGLESIA CRISTIANO-LIBERAL DE VILLANUEVA DE LA VERA
(CREADA POR “EL CURA MORA”)
1º) El ministerio sacerdotal se ejerce gratis en esta iglesia conforme lo hicieron y mandaron Jesucristo y los Apóstoles.
2º) En su virtud quedan abolidos los derechos llamados de estola y pie de altar en la Iglesia cristiana-liberal de Villanueva de la Vera.
3º) No obstante los sacerdotes de la Iglesia cristiana-liberal de Villanueva de la Vera y de cualesquiera otros puntos donde pudiera establecerse, estarán vigilantes y prontos de día y de noche a administrar los santos sacramentos a sus hermanos, los fieles de esta Iglesia cristiano-liberal.
4º) La Iglesia cristiano-liberal cree en Dios, Padre, Hijo y Espíritu Santo; en el misterio de la Santísima Trinidad y Encarnación; en la Santísima Virgen Purísima que continuará siendo su celestial Patrona y Abogada; en los Santos Sacramentos; y en fin, en todo cuanto Nuestro Señor Jesucristo y los Apóstoles enseñaron, ordenaron y mandaron.
5º) En su virtud, la Iglesia cristiano-liberal de Villanueva de la Vera y de otros puntos donde pueda establecerse, rendirá culto a Dios, a la Purísima Virgen, y a los Santos con el decoro que le permitan sus recursos
6º) Los sacerdotes de la Iglesia cristiana-liberal tampoco podrán recibir sueldo alguno del Estado, aún cuando llegara a ofrecérseles.
7º) Los mismos sacerdotes tendrán un cuidado excepcional por los pobres y desvalidos como lo tuvieron y mandaron que se tuviera, el divino fundador Jesús y los Apóstoles; intercediendo ante las autoridades locales para que se les ampare y socorra en la parte que ellos no puedan hacerlo por sí.
8º) La Iglesia cristiana-liberal obedeciendo al espíritu y a la letra de las palabras de Jesús cuando creó la oración dominical, prescribe pocas devociones, pero bien hechas, y muchas buenas obras que tan aceptas son a los ojos de divinos.
9º) También recomiendo el Santo Rosario a Nuestra Señora, Patrona general de España, y particular de esta Iglesia cristiana-liberal de Villanueva de la Vera.
10º) La Iglesia cristiana-liberal prohíbe todo petitorio y ofertorio en las funciones de tabla, pues éstas las celebran gratis los sacerdotes, como se ha dicho anteriormente.
11º) Tampoco aprueba la Iglesia cristiana-liberal ese sacrílego comercio de las bulas; y recomienda a los fieles que si no se les habilita de ellas gratis, como debieran darse, inviertan en limosnas a pobres infelices; lo cual es mucho más agradable a los ojos de Dios, y se gana más para la vida eterna.
12º) Como se ha dicho, los sacerdotes de la Iglesia cristiana-liberal no percibirán ni un céntimo por ejercer su ministerio, manteniéndose solo de su patrimonio, o de una industria honesta y lícita, como lo hacían los Santos Apóstoles.
13º) Tampoco podrán ser sacerdotes de esta Iglesia cristiana-liberal los que no sean de buena vida y costumbres, y presenten buenos antecedentes religiosos-políticos.
14º) Los sacerdotes de la Iglesia cristiana-liberal son en todo iguales a los demás fieles en cuanto a rango y consideración social y se titularán los hermanos Directores en conformidad con las obras y doctrinas de Jesucristo y los Apóstoles.
Después de muchas negociaciones, “El Cura Mora” se arrepintió y se le trasladó a Plasencia para poder controlarle más de cerca. Fue nombrado párroco de la iglesia del Salvador...pero volvieron los enfrentamientos; esta vez debido a que como el santuario de la Virgen del Puerto pertenece a la parroquia del Salvador y, por lo tanto, está bajo la jurisdicción de su párroco, cuando el obispo quiso poner al frente de el santuario a otro sacerdote se negó el cura Mora. Se presentaron denuncias en Plasencia, luego en Toledo, después en Madrid, y se terminó recurriendo a Roma para solucionar el conflicto. Ante esto el obispo tomó la decisión de suspenderle de sus funciones y confinarle en su casa, cosa que se cumplió hasta la muerte del prelado, siendo posteriormente el cura Mora restituido a su anterior cargo y absuelto de las penas a el impuestas.
Como se puede apreciar todo el pontificado de don Pedro Casas estuvo presidido por los pleitos contra don José García Mora.
El caso de la “Monja Santa” fue un suceso de superchería colectiva, dirigido por una joven religiosa llamada sor Maria Ana, que había llegado de Cuba y que traía una imagen del Niño Jesús, al cual se le atribuyeron ciertos milagros -como unos estigmas que le salían en las manos y los pies- con lo cual se creó en el convento una paranoia colectiva, la cual terminó por saltar a la calle, llegando a enfrentar a los mismos sacerdotes, y teniendo que intervenir el obispo para poner las cosas en su sitio.
La monja se arrepintió en su lecho de muerte y confesó que todo había sido un engaño para tener mejor posición en el convento; que la imagen no era cubana, sino que se la había regalado su cuñado cuando llegó a Barcelona procedente de Cuba.
Así y todo, incluso después de muerta, el fanatismo continuó, y el prelado tuvo que hacer pública una carta donde explicaba la verdad de este suceso.
La imagen del Niño Jesús se conserva en el convento de las Madres Capuchinas; se le conoce con el nombre de “El Niño Jesús Cubanito” y sigue inspirando mucha devoción.
En el Boletín Eclesiástico de 13 de mayo de 1906, se publicó la carta del obispo en la cual explicaba el porque de su silencio en el caso de la Monja Santa, también llamada La Monja del Niño Jesús Cubanito. En ella decía el obispo que sor Maria Ana, monja capuchina, solo fue una enferma y que todo el espectáculo que se montó a su alrededor no fue mas que superchería, no existiendo ningún milagro, siendo propagadas estas mentiras por un grupo de fanáticos ansiosos de cosas sobrenaturales.
El Capellán de la Cárcel Real y del Cementerio Municipal se llamaba Gervasio Keerse y había venido de Ciudad Rodrigo. Este capellán era otro liberal acérrimo, con lo cual no tardo en tener enfrentamientos con el obispo Casas.
Tales enfrentamientos llegaron al punto de que el obispo le suspendió de todos sus cargos, dejándole sin medios de subsistencia, debido a lo cual tenía que vivir de lo que le daban los familiares y amigos, es decir, de la caridad.
Aunque mando al obispo varios escritos pidiendo explicaciones del porque de esa forma de tratarle, el obispo solamente le contesto que se fuese a Ciudad Rodrigo que era de donde había venido.
Ante esta situación el sacerdote editó un folleto de 41 páginas donde explicaba sus problemas con el obispo y el trato que había recibido por parte de este.
A pesar de los escritos de protesta del obispo y cabildo, así como la adhesión de gran numero de sacerdotes, el folleto fue impreso en el año 1.889, en la imprenta del Cantón Extremeño, la cual era propiedad de don Evaristo Pinto.
Este caso fue muy parecido al del cura Mora, pero con la variante de que don José pertenecía a una de las familias más pudientes de la ciudad y pudo mantener los pleitos contra el obispo, y el cura Keerse no poseía fortuna de ningún tipo.
Otro de los problema que se le planteó fue el de sor Ramona Vázquez, llamada la “lega apóstata”. Esta monja, lega de un convento de clausura de Trujillo, solicitó abandonar el convento alegando para ello falta de vocación, pero nuestro obispo no lo considero suficiente y se lo denegó, basándose en los votos que tenia hechos la religiosa. Ante ello se recurrió a la justicia y esta le dio la razón a la monja, pero como no se aceptó el veredicto judicial, se ordenó por parte del Gobernador Civil la entrada de la fuerza publica en el convento la cual, después de forzar las puertas de entrada y de clausura, rescataron a Ramona sacándola al exterior. Ante este hecho –calificado de sacrílego por el obispado– el obispo se dirigió a sus superiores y al ministro de Gracia y Justicia con sendos escritos, pero el hecho ya estaba consumado y nada pudo sacar de ello.
El caso del “Muerto Resucitado” fue una manipulación flagrante por parte de los políticos locales de un caso de ámbito particular, que con un apoyo de la prensa por ellos creada, llegó a tener repercusiones a nivel nacional.
El tal “Muerto Resucitado” se llamaba Eustaquio Campos Barrado, y por una serie de sucesos familiares terminó internado en un manicomio de un pueblo de Madrid, donde tiempo después se certificó su muerte. Pero pasado un tiempo, alguien lo reconoció en otro centro de salud de las mismas características - este en Cataluña – y lo denunció, con lo cual se le tuvo que traer a Plasencia para confirmar su identidad, cosa que aprovechada por ciertas personas, llevo a dividir a la población en dos bandos, con continuos enfrentamientos verbales y físicos, causando incluso un muerto en uno de los alborotos.
No son para olvidar sus continuos enfrentamientos con los ayuntamientos de la diócesis, entre ellos el de Béjar, Navalmoral, Jarandilla, Don Benito, Losar de la Vera y el ayuntamiento placentino.
Uno de estos enfrentamientos fue por el llamado “rompimiento de tumba”. Este rompimiento no era otra cosa que el pago que había que realizar a la iglesia por enterrarse en sagrado, cosa que hasta entonces se hacia en los cementerios anejos a las iglesias, y que ha partir de esas fechas se empezaron a realizar en el nuevo cementerio municipal de Santa Teresa. El enfrentamiento se enconó de tal manera que llegó al punto de dejar cadáveres sin enterrar durante varios días.
A tanto llegó el conflicto con el ayuntamiento placentino, que la decisión la tuvo que tomar el rey editando una Real Orden, fechada el 22 de enero de 1.883, por la cual se ordenaba que tuviesen una llave del cementerio el obispado y otra el concejo; que la iglesia enterrase a los católicos y el ayuntamiento a los no creyentes.
Otros enfrentamientos se originaron por la decisión del obispo de no dar la Comunión al Alcalde al mismo tiempo que al Deán, negarle la llave del Monumento del Jueves Santo, derechos que tenían -y tienen- los Alcaldes de Plasencia, y dejar que se sentara el juez de 1ª instancia en la silla del coro reservada al Alcalde de la ciudad.
Ante estas situaciones el Ayuntamiento se negó a dar permiso al Cabildo para poder enterrarse dentro de la ermita de Santa Teresa, la cual había pasado a ser cementerio civil. Después de muchas disputas otra vez se recurrió al Rey, el cual dio la razón al obispo y a los canónigos.
Tan cansado estaba el consistorio placentino del obispo Casas, que el día 21 de enero de 1883 se tomó la decisión en pleno –y así consta en las actas- de dirigir una carta al ministro de Gracia y Justicia pidiendo el traslado del obispo a otra diócesis.
El antecesor de don Pedro, el obispo López Zaragoza, había empezado la construcción del nuevo seminario, pero por diversos problemas –entre ellos el económico- no se remataron las obras. Ya estando don Pedro de obispo, se solicitó por el ayuntamiento el alquiler del edificio para instalar provisionalmente en el la Audiencia de lo Criminal, cosa a la que aunque con muchos reparos accedió el obispo. Pero cumplido el tiempo acordado no se desalojó el edificio, con lo cual y después de varias discusiones se acordó darle una prorroga, la cual tampoco se cumplió.
Por fin, en octubre de 1884, se vació el edificio y se hizo el traslado de los seminaristas desde el convento de San Vicente –Santo Domingo- al nuevo edificio, empezando en el mismo el curso 84-85.
Como quedó libre Santo Domingo pensó el obispo traer al alguna orden religiosa para instalarla en él, y se decidió por los padres Claretianos con los cuales, el día 18 de enero de 1886, se firmaron los acuerdos. En estos se especificaba que serian cinco padres y cuatro o cinco hermanos coadjutores los que vendrían de principio a la ciudad, para impartir clases a unos cincuenta niños internos. Estos padres Misioneros del Inmaculado Corazón de Maria estuvieron el la ciudad hasta el año 1931, en el cual por seguridad abandonaron el convento y se fueron de Plasencia a Zafra.
Don Pedro Casas fue senador dos veces: una por la provincia de Guipúzcoa en la legislatura de 1.891-1.893, y otra por el Arzobispado de Toledo en 1.896-1.898 -aunque esta no llegó a jurarla. Esta distinción de representar a la iglesia, le fue concedida gracias a su gran conocimiento y oratoria, siendo en su época uno de los obispos más preparados con los que contaba la iglesia española.
Fue muy enconado su enfrentamiento con el Gobierno Liberal, al cual atacaba todas las semanas desde el púlpito de la catedral, por lo cual eran constantes las protestas del Gobierno de la Nación a Roma, y muy comentados sus sermones en toda Europa. El Presidente del Consejo de Ministros, D. Práxedes Mateo Sagasta, llegó a ordenar al Fiscal de la Audiencia que asistiera a todos los sermones de este obispo y tomara cuenta de ellos, por si eran constitutivos de delito.
De este obispo se cuenta la anécdota de que era tan gran orador que se le olvidaba el paso del tiempo y se pasaba las horas enteras subido al púlpito declamando sus sermones. Para controlar esto, había enseñado a un monaguillo -el cual se sentaba detrás del obispo- a que cuando veía que llevaba mucho tiempo hablando, le diese un tirón de la capa y le dijese bajito “Señor obispo, que se están cansando”, con lo cual el prelado recobraba el sentido del tiempo y ponía fin a su discurso.
En una visita pastoral a uno de los pueblos de la diócesis empezó a predicar desde el púlpito y pasadas más de dos horas su secretario, don Pertego Megid, le tiró de los capisayos, para advertirle de que fuese terminando, pero pasados varios minutos sin que pusiese fin a su perorata volvió a repetir los tirones de la sotana, y así una tercera vez en la cual el obispo, en voz alta y con tono agrio, se dirigió a el diciendo: “¿Pero quién se cansa, ellos o tu?”.
Su forma de vida fue también muy peculiar, pues a pesar de su longevidad, desde muy joven se vio afectado por diversas dolencias, quizás debido a su forma de vida, pues fue de un continuo ayuno viviendo en una gran austeridad, hasta el punto de que los empleados del Palacio Episcopal pasaban hambre.
Para darnos una idea de cómo se vivía en dicho Palacio solamente tenemos que ver lo que era un día en la vida del obispo: se levantaba a las cuatro de la mañana o antes, tenia una hora de meditación, decía la misa y a continuación oía otra de rodillas, después tomaba chocolate hecho con agua, el cual rebajaba con media copa de agua, no tomando nada sólido con el.
La comida consistía en un caldo gallego, patatas cocidas con agua y sal, carne de vaca, muy triturada en sus últimos años por faltarle la mayor parte de los dientes, y un postre de fruta.
La cena consistía en sopa de pan, la cual el no solía tomar, patatas cocidas y alguna vez una fruta. Tanto en la comida como en la cena tomaba un vaso de vino.
Este régimen de comidas solo se alteraba cuando había invitados, entonces los alimentos eran abundantes, variados y de calidad.
REGLAMENTO DE SIRVIENTES
El obispo redactó de su propia mano un reglamento para los sirvientes del Palacio, el cual decía así:
1º - No habrá en Palacio mas de dos sirvientes ordinarios; el cocinero y su ayudante.
2º - Estará a su cargo el guisar por semanas y ejercer las demás funciones de aseo de casa, servicio de mesa y demás particulares.
3º - Se tomaran informes secretos de personas competentes sobre la actitud, conducta y religiosidad de los que hayan de admitirse como sirvientes.
4º - Una vez admitidos y convenida la cantidad que hayan de percibir como retribución de su trabajo, se cuidara de ellos como lo hacen los buenos padres de familia cristianos.
5º - Al efecto, si se observaren algunos vicios notables de que antes no se tuviese noticia, se vera si se corrigen haciendo una y otra vez caritativas advertencias. Si a pesar de esto no se enmiendan, y siguen siendo chismosos, indolentes, mal hablados, etc…; y sobre todo si hubiese fundamento para sospechar de tratos no lícitos o muy familiares con personas de distinto sexo, sea de las que entren en Palacio con motivo de algún asunto que se les ha encargado, o estén fuera, se procederá cuanto antes a buscar otro que le sustituya.
6º - Todos los días oirán misa en la capilla, y al efecto sonará la campana dos veces al comenzar a celebrar el obispo y al dar principio la de acción de gracias, a fin de que puedan sin faltar a sus quehaceres del momento asistir a una o a otra.
7º - A las ocho de la noche les rezará el Santo Rosario el mayordomo, de suerte que al concluir en la capilla ya estén despachados y dispuestos a servir la cena o colación.
8º - Se confesaran indefectiblemente en la semana que precede al primer domingo de cada mes, comulgaran en el de manos del obispo, y solo teniendo motivo razonable podrán diferir la comunión a lo mas hasta el domingo segundo.
9º - El mayordomo tendrá cuidado de velar sobre el cumplimiento de estos ejercicios espirituales, de enterarse a la vez de la instrucción que tienen en la doctrina cristiana, sobre la que también deberá hablarles en los días festivos, ya antes, ya después del Santo Rosario, que trasladara a otra ora si lo juzga mas oportuno.
10º - También cuidara de que se hagan bien y diligentemente, no solo los quehaceres ordinarios, sino los que se les manden por el obispo, u otros que puedan hacerlo, no permitiendo en tiempo alguno se desentiendan de lo que se les mandare, sin legitima excusa, que expondrán con mesura y respeto a quien corresponda.
11º - Como la ociosidad enseña mucha malicia, y es imposible que dejen de malearse si estuviesen los sirvientes sin ocupación una parte del día, como hasta ahora ha sucedido; procurara nuestro mayordomo emplearlos en el cultivo y riego del huerto y barbacana en los tiempos en que puedan hacerlo sin faltar a las perentorias obligaciones de su oficio. Y si a pesar de esto tuvieren tiempo desocupado podrá serviles de mucho provecho algún buen libro, cuya lectura los instruya y edifique.
12º- Tampoco permitirá contraigan relaciones intimas con familia alguna del pueblo, frecuenten su casa, ni estén entre día o de noche fuera de palacio sin saber en donde y con que objeto.
13º - La soldada convenida será satisfecha por meses vencidos, como se acostumbra con el portero; y si hubiese necesidad de aumentarla o disminuirla por alguna causa razonable, solo podrá hacerlo el mayordomo dándonos conocimiento de todo y obteniendo “in criptis” nuestro expreso consentimiento.
14º - En las enfermedades de los sirvientes les asistirá el medico de casa, y si solo durasen algunos días, se les cuidara caritativamente. Pero si fuesen largas y graves y fuese preciso hacer gastos en medicina y otros extraordinarios, llevara de todo cuenta la mayordomía para indemnizarse a su tiempo o poder presentar la cuenta al obispo a fin de que condone lo que le parezca bien.
15º - Si por indisposición de un sirviente hubiese de tomarse otro, por mas que sea solo temporalmente, si esta indisposición excediese de quince días, deberá disminuírsele progresivamente la soldada o retribución que a esos días corresponda; pero si no fuese preciso otro sirviente nada se le disminuirá en el pago.
16º - Los sirvientes solo podrán dar de limosna la comida que sobre y nada mas. En los casos particulares que se les autorice, podrán hacerlo en el modo y forma que se les señalare.
17º - El mayordomo, por ultimo, solo confiara las llaves a los sirvientes cuando el no pueda asistir a que tomen lo que sea preciso; pero inmediatamente volverá a recogerlas y conservarlas en poder suyo.
Debido a su edad se realizo en Plasencia, en 1.903, la Conferencia Episcopal, en vez de hacerlo en Toledo, y gracias a que se supo a tiempo se pudo amueblar el Palacio Episcopal, en el cual solo había cuatro sillas de enea y unas mesas desvencijadas, y así recibir dignamente al Arzobispo Primado de España y a los obispos de Madrid-Alcalá, Coria, Sigüenza, y Cuenca.
En amueblar el palacio rivalizaron las familias pudientes de la ciudad, ofreciendo cada una de ellas sus mejores ajuares.
Este estado de pobreza era consecuencia de que todos los muebles –o casi todos- y los utensilios del palacio episcopal eran de propiedad privada de los obispos, y tras su muerte se desmantelaba el palacio siendo vendidos o donados, con lo cual el obispo entrante debía amueblar nuevamente el edificio. Estos objetos se solían llamar “los despojos del obispo”.
Y por lo que se deduce, don Pedro no debió gastarse mucho en “amueblamientos”.
En el año de 1903, el día 24 de septiembre, se celebraron las bodas de oro de su ordenación como sacerdote. Se hicieron funciones religiosas, veladas literarias, limosnas extraordinarias a todas las comunidades religiosas, comidas a los presos de las cárceles de la diócesis, prendas de ropa y comida para cien pobres etc…
Este obispo fue uno de los pocos que visitó cuatro veces todas las iglesias de su diócesis, y siete las parroquias -aunque no todas-; escribió cuarenta y tres pastorales; y convocó un sínodo diocesano en el año 1891. También realizó, en 1878,la primera visita “Ad Limina” al Papa. Luego realizó cuatro más, pero esta a través de procurador.
El día 25 de julio de 1906, a las ocho y diez de la tarde, murió don Pedro Casas. Se le amortajó, pero no se le embalsamó, y se le expuso en el salón de recepciones del palacio episcopal.
Al no ser embalsamado hubo necesidad de enterrarle al día siguiente, no esperando ni a los funerales, pues el calor era muy fuerte y el cadáver empezaba a descomponerse.
Fue enterrado, según su deseo, delante del altar de la Virgen de la Asunción, poniendo una lápida de mármol blanco en la cual se gravó y rellenó con plomo la siguiente inscripción:
“EL DOCTOR D. PEDRO CASAS Y SOUTO, natural de Sobrado del Obispo (Orense). Obispo de esta Diócesis, falleció santamente en su Palacio, a las ocho y diez minutos de la noche del 25 de Julio de 1.906, contando 79 años de edad, 9 meses y 11 días, y después de 30 años y cinco meses de Pontificado en que con el ejemplo y la palabra fue modelo de pastores y martillo del liberalismo; siendo por ello admirado y temido por los que andan en las tinieblas y en la sombra de la muerte se sientan.
Desde el cielo vela por su amada Grey y por el triunfo de la fe católica.”
R. I. P.
Los funerales se tuvieron lugar el día 27, siendo realizados con los honores y pompa que le correspondían por su cargo.
Como datos curiosos veremos el estado de cuentas del Obispado durante su pontificado que, como dijimos, fue de 30 años y cinco meses:
BIBLIOGRAFÍA Y DOCUMENTACIÓN
Vida y Pontificado del Ilmo. Sr. Doctor don Pedro Casas y Souto, obispo de Plasencia.
Inocencio Portabales Nogueira – Lugo 1.911
Folleto el Obispo de Plasencia y el Capellan del Cementerio Público de la misma ciudad
Gervasio Keerse – Plasencia 1889
Archivo del Senado, Madrid:
Actas de toma de posesión como senador en los años 1.891 y 1.896.
Periódicos de la época:
“El Dardo”, de Plasencia - “El Estremeño”, de Plasencia - “El Canton Estremeño”, de Plasencia - “El Eco Extremeño”, de Plasencia – “La Integridad”, de Tuy –
Articulo: Una legión de Claret en la Extremadura de los Conquistadores
Sánchez Alegría, Eleuterio -
Archivo Municipal de Plasencia:
diversos documentos.
Archivo de la Catedral de Plasencia :
Diversos documentos.
La Perla de la Habana- Sor María Ana de Jesús Castro
R. P. Juan de Guernica – Zaragoza- 1914
(Comunicación presentada por D. Pedro Luna, para la Memoria Histórica de Plasencia y Comarcas. Universidad Popular Fray Alonso Fernández -VI edición – Plasencia 2006)
DOCUMENTACIÓN CEDIDA POR EL DEPARTAMENTO DE RECOPILACIÓN E INVESTIGACIÓN DOCUMENTAL Y PATRIMONIAL DE LA ASOCIACIÓN CULTURAL PLACENTINA “PEDRO DE TREJO”
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