Martes Mayor
viernes, 1 de agosto de 2008
MARTES MAYOR
DONDI JUERON LOS TIEMPOS AQUELLOS…
(GABRIEL Y GALÁN)
Casi desde que la ciudad se fundó por el rey Alfonso VIII, el cual en uno de sus privilegios otorgados figura el mercado del Martes, han pasado ocho centurias, o sea que sin interrupción son cerca los cuarenta y cinco mil los celebrados en Plasencia.
La visión o el aspecto folklórico del mercado ha cambiado por completo, la abundancia de productos alimenticios sigue siendo la misma, aunque se nota la falta de utensilios caseros y campestres de artesanía, sobre todo en lo que se refiere a nuestros vecinos los montehermoseños.
También faltan los consabidos paños de Torrejoncillo, con los que se confeccionaban los trajes y capas de “paño pardo” de todos los tan variados pueblos de nuestra extensa región, sobre todo en la indumentaria masculina, pues en Montehermoso existían telares primitivos para el pintoresco y lleno de color de los montehermoseños y los refajos de las mozas de toda la referida región, incluso para las placentinas, que también usaban ¿Cómo no? su traje típico.
El mercado de antaño resultaba rico de color y asaz pintoresco, con sus toldos de reminiscencias de “zoco moruno” de los que todavía se ven algunos ejemplares.
El progreso igualó la indumentaria, y nadie sabe a que pueblos pertenecen los vendedores, y así varió el medio de transporte que iguala así mismo cada pueblo con sus modernos vehículos de carga.
No faltaban en ningún mercado del martes los típicos “carteles de los crímenes” divididos en horrendas y populares pinturas en cuadriláteros con manifiesto uso de color rojo de la sangre derramada por el “criminal”, el que siempre terminaba en “garrote vil” en el patíbulo rodeado siempre por sendos guardias civiles simétricos y de idéntica ejecución “artística”.
El tío de los “crímenes” vendía las coplas a las “maritornes” y papanatas, y a golpes de violín destemplado campaba las coplas explicativas con voz gangosa.
Este era uno de los aspectos folklóricos que no faltaban, ni el alegre vocerío de las vendedoras, sobre todo de las placentinas.
¡Y que tomates muchachas, y que tomates…! Pero muchas veces los tomates eran peces del río…en tiempo de veda, y las autoridades hacían siempre la “vista gorda” porque era martes…
Todo pasó a la historia, las generaciones se suceden, y hoy los ruidos son de los motores con escape libre y en el ambiente el apestoso olor a gasolina quemada, pero el martes sigue y suma en abundancia pletórica de frutos de todas clases.
Así contemplando el martes de hoy, observamos como el tipismo folklórico, con su policromía pintoresca, se lo llevó la trampa…y el progreso.
Francisco Mirón.
SEMBRANDO INQUIETUDES. A.C.P. PEDRO DE TREJO
(GABRIEL Y GALÁN)
Casi desde que la ciudad se fundó por el rey Alfonso VIII, el cual en uno de sus privilegios otorgados figura el mercado del Martes, han pasado ocho centurias, o sea que sin interrupción son cerca los cuarenta y cinco mil los celebrados en Plasencia.
La visión o el aspecto folklórico del mercado ha cambiado por completo, la abundancia de productos alimenticios sigue siendo la misma, aunque se nota la falta de utensilios caseros y campestres de artesanía, sobre todo en lo que se refiere a nuestros vecinos los montehermoseños.
También faltan los consabidos paños de Torrejoncillo, con los que se confeccionaban los trajes y capas de “paño pardo” de todos los tan variados pueblos de nuestra extensa región, sobre todo en la indumentaria masculina, pues en Montehermoso existían telares primitivos para el pintoresco y lleno de color de los montehermoseños y los refajos de las mozas de toda la referida región, incluso para las placentinas, que también usaban ¿Cómo no? su traje típico.
El mercado de antaño resultaba rico de color y asaz pintoresco, con sus toldos de reminiscencias de “zoco moruno” de los que todavía se ven algunos ejemplares.
El progreso igualó la indumentaria, y nadie sabe a que pueblos pertenecen los vendedores, y así varió el medio de transporte que iguala así mismo cada pueblo con sus modernos vehículos de carga.
No faltaban en ningún mercado del martes los típicos “carteles de los crímenes” divididos en horrendas y populares pinturas en cuadriláteros con manifiesto uso de color rojo de la sangre derramada por el “criminal”, el que siempre terminaba en “garrote vil” en el patíbulo rodeado siempre por sendos guardias civiles simétricos y de idéntica ejecución “artística”.
El tío de los “crímenes” vendía las coplas a las “maritornes” y papanatas, y a golpes de violín destemplado campaba las coplas explicativas con voz gangosa.
Este era uno de los aspectos folklóricos que no faltaban, ni el alegre vocerío de las vendedoras, sobre todo de las placentinas.
¡Y que tomates muchachas, y que tomates…! Pero muchas veces los tomates eran peces del río…en tiempo de veda, y las autoridades hacían siempre la “vista gorda” porque era martes…
Todo pasó a la historia, las generaciones se suceden, y hoy los ruidos son de los motores con escape libre y en el ambiente el apestoso olor a gasolina quemada, pero el martes sigue y suma en abundancia pletórica de frutos de todas clases.
Así contemplando el martes de hoy, observamos como el tipismo folklórico, con su policromía pintoresca, se lo llevó la trampa…y el progreso.
Francisco Mirón.
SEMBRANDO INQUIETUDES. A.C.P. PEDRO DE TREJO
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